miércoles, 4 de agosto de 2010

84. VANESA MARTÍN, TODA UNA ARTISTA

Durante algún tiempo, fuiste risa abierta de atardecer y manos cargadas de timidez... Aunque sabía que no tenía sentido, te pedí mil veces que te quedaras a dormir, a pesar de que nunca sirviera de nada.

Cometí el gran error de no valorarme, pero me di cuenta justo cuando decidimos que siguieras tú por tu camino y yo por mi camino. Fue necesario separarnos, como si no nos conociéramos de nada, porque hacía falta poner algo de cordura... porque, al fin y al cabo, a veces no podemos evitarlo.

Quise refugiarme en sus brazos sabiendo que no me aliviaban y que sólo eran las vías del tren que me encarrilaban hacia el dolor, hacia las lágrimas más rotas que han salido de mí... porque la mayor de sus sorpresas fue su cruda indiferencia envuelta en papel de regalo.

Después de todo, era normal que me adivinaras cuando lo único que podía decirte era que aún no te has ido y ya te echo de menos... pero, por encima de todo eso, se me clava en el recuerdo tu no quiero enamorarme, no puedo resistir. Todavía me pregunto qué tenía eso de malo...

Pase lo que pase, mi alma suicida y yo cumpliremos con la promesa de pensarte soñarte; aunque lo de llamarte y escribirte ya está prácticamente prohibido. No obstante, todavía sigue en pie la invitación a escapar volando en mi nave a otro planeta, y te prometo que sólo saldremos corriendo cuando nadie nos pueda ver.

Cuántas veces me pediste fundirnos en abrazos... tu aquí y ahora era suficiente y apetecible, para qué negarlo; eso sí: que quede claro que para mí hablar de tres sí era multitud. Luego llegó lo de que no merece la pena seguir así, seguido de una de las mil excusas para decir que te tenías que ir... Lo peor es que yo, aun sabiendo que me engañaba, no dije "no".

De vez en cuando, si te da por ahí, me pides que te olvide... y sólo se me ocurre echarme las manos a la cabeza y pensar cómo pretendes que esta lluvia de imanes deje de atraernos. Realmente, sigues sin entenderlo; yo, por mi parte, podría entenderte más, pero sería engañarme.

También me dices que busque a alguien, que conozca gente que realmente me merezca... y ya te dejé claro que yo no voy buscando, me voy encontrando, me dejo llevar.

Supongo que ya ni te acordarás, por esa absurda manía tuya de olvidarlo todo, pero te recuerdo que alguna vez fui dueña de tus noches y te confieso que me gustó que me besaras, me gustaron todos tus detalles y esa forma tonta en que decías "como tú no iba a quererme nadie"... Tampoco quiero que tú pienses en esto, porque no pretendo convencerte de nada, pero nos quisimos cuando la ciudad estaba apagada.

Podría odiarte a ti, que desde luego te lo mereces... pero sigo echándole la culpa a este maldito mundo por volverme loca casi por segundo.

Cerré el ventanal de color verde para perderme en otro y dejar que fuese el único testigo de conversaciones largas que en algún momento creí sinceras, aunque ahora dudo hasta de que existieran.

Gracias a algunas personas, hoy soy capaz de decir plenamente convencida que esto que te ofrezco no te lo mereces (al final tenías razón) y que soy yo la que no puedo seguir. Sé que me pediste que te quisiera, pero hoy me veo obligada a exigirte que no me quieras... porque tu forma de querer es morir... y tu modo de sentir, matar.

¿Recuerdas que yo era magia? (Sé que la respuesta es no.) Pues tú tenías la otra mitad de magia que me perdía... pero ya me di cuenta del truco: sólo ponías un trozo de tela que cubriera todas tus artimañas (la misma que tapaba mis ojos).

A estas alturas, creo que sería justo diferenciar entre querer y lo que hubo... que fue algo así como una atracción oculta, un mírame y no me toques en el que el ritmo lo marcabas sólo tú.

Tú, con tu manía de cortar las alas, te preguntas si valdrá la pena seguir con esto; yo, más etérea (si cabe), pienso en que puede que mañana me arrepienta, pero al menos rozaré un instante la felicidad... y por eso me la juego las veces que haga falta.

Como suele ser habitual en estos casos, me pregunto si lo hice bien o en qué fallé, me pregunto cómo asumir que todo acaba y cómo olvidar cuando me decías cómo te gustaba...

Me da por recordar a veces cuando te aconsejé que no siguieras y, una vez más, me ignoraste: de repente, me tocas el pelo, siembras en mi espalda cuatro dedos y... ya, quizá era por eso por lo que algunos me decían que esto tan solo entretiene; empiezo a entenderlo: hemos reído y hemos llorado, pero no sé si hemos amado o sólo yo hice algo parecido.

Luego está el tema de la despedida que no tuvimos; supongo que así fue mejor, porque te imagino ahí, despidiéndome, y se me coge un pellizco que aprieta hasta asfixiarme... ese que se siente cuando alguien deja de contar contigo. Supongo que ya da igual: qué más da, ¿no? Total, ya no hay nada que decirnos...

A pesar de haberme prometido más de infinitas veces que me recordarás siempre, sé que estás deseando lo contrario... y me parece bien, ya que así tu vida dejará de tener sentido... porque, al fin y al cabo, si me olvidas, no habrá remolinos, ni altibajos de emociones en tus días o en tus noches.

Aún me mata la conciencia de haberte dejado ir y no haber salido corriendo detrás de tus pasos rápidamente borrados. Supongo que el no haberlo hecho influye en que ahora me dejas morir, porque eres incapaz de reconocer que no estás libre de pecado, que fuiste tú quien más ha descuidado todo lo que había.

¿Y quién se va a preguntar cómo estoy? Si siempre fui una loca, qué más da que ahora tenga roto el corazón... Supongo que tampoco te importaba cuando hice de mi miedo más mío un secreto compartido y te dejé mis sentimientos al descubierto. Total, yo siempre fui un poco más ingenua que tú; ya dejé de ser confiada, pero sigo siendo tierna...

Es difícil creerlo pero, si me quiso, fue sólo a medias. Por eso me pregunto si hubo un tiempo perdido, si realmente la suya sólo era una mente confusa... pero no quiero saber la respuesta: ya no quiero que vuelva; ahora, sólo quiero compartir algo con alguien nuevo.

Lo único que necesito es acostumbrarme a esta nueva etapa y conseguir que no me den la voz, porque puedo llamarte y será mejor que no... Realmente, no sé si te quiero. Ya no quiero tus manos, ¿sabes por qué? Porque, mientras yo asumía que dejarte sería mi perdición, tú decidiste que sería mejor dejarme a mí, antes de que el corazón se perdiera.

A pesar de que en su día te apeteciera ver conmigo las estrellas hasta el amanecer, acabamos reduciendo todo a sentirte al ritmo de una luna increíble a la luz del coche; pero, bueno... la vida es así: te llega, te llena y te lleva por donde no has pensado.

Gracias a ti, he aprendido que hay bocas que mienten cuando dicen que sienten y me he dado cuenta de que ya no te diré aquello de que otro año pasó ya y sigo queriéndote tanto, porque no estarás ahí para ser mi primavera: te has convertido en la peor noche, en la noche más negra.

COMENTARIOS
1. Girl in the moon. ¡Gracias! Ojalá mejoren las cosas :)

Canción: No matemos el tiempo
De: Vanesa Martín y Diana Navarro

1 comentario:

  1. Pues... me ha encantado esta entrada y creo que ha valido la pena el tiempo que le has dedicado.

    ¿Has pensado en contactar con ella y hacerle llegar el texto? Estaría guay :)

    Saludos, y gracias por regalarnos escritos así... (Me alegra ver una actitud más positiva hacia el final)

    ResponderEliminar